La pandemia de COVID-19, la emergencia climática y los problemas geopolíticos han sido algunos de los factores primordiales para generar cambios abruptos en la industria, sin embargo, las nuevas tecnologías emergen como un aliado estratégico
Cleber Barros*
En los últimos años, el sector de la Higiene Personal, Perfumería y Cosmética (HPPC) ha experimentado profundos cambios estructurales. No se trata de una simple adaptación a crisis concretas, sino de una verdadera reconfiguración de valores, procesos y prioridades, desde el laboratorio hasta el punto de venta.
La pandemia de COVID-19 fue, sin duda, un punto de inflexión. El consumidor empezó a buscar algo más que la estética. La seguridad, el bienestar y la funcionalidad se convirtieron en criterios centrales en la elección de los productos y los cosméticos se convirtieron en vehículos de autocuidado en un sentido más amplio, lo que dio un nuevo significado a la cadena en su conjunto, desde la formulación hasta la comercialización.
Durante este periodo crítico, vimos el protagonismo de productos como jabones líquidos, antisépticos, humectantes dirigidos a la barrera cutánea e incluso lápices labiales más resistentes debido al uso de mascarillas. Han surgido soluciones innovadoras para combatir el acné inducido por equipos de protección, tónicos capilares para tratar la caída del cabello relacionada con el estrés y formulaciones que concilian la sensorialidad con la eficacia terapéutica. La industria respondió con agilidad, gracias al desarrollo de nuevos ingredientes y tecnologías adaptadas a estas necesidades emergentes.
Pero la transformación no se detuvo ahí. La emergencia climática ha presionado al sector para que replantee urgentemente sus impactos ambientales. La sostenibilidad ha dejado de ser un diferencial y se ha convertido en un requisito básico de relevancia. Las inversiones en productos con bajo impacto hídrico, biodegradabilidad comprobada y el uso de energías limpias son solo el comienzo de un reposicionamiento estructural.
No se trata solo de envases reciclables o campañas de marketing ecológicas. El cambio climático influye directamente en el comportamiento de la piel, requiriendo hidratantes más inteligentes, fórmulas ligeras y de rápida absorción y acción anticontaminación. El clima determina la funcionalidad de los productos tanto como los hábitos de los consumidores.
Los conflictos geopolíticos también plantean sus desafíos. El aumento del costo de los insumos y el transporte, provocado por guerras o inestabilidades internacionales, afecta directamente a la cadena de suministro, que a menudo depende de las materias primas importadas. Esto requiere planificación estratégica, diversificación de proveedores y fortalecimiento de las cadenas locales. La previsibilidad se ha convertido en un activo preciado.
¿Y cuál es el rol de la tecnología?
En este escenario multifacético, la tecnología emerge como un aliado estratégico. La inteligencia artificial ha acelerado la investigación y el desarrollo al permitir que miles de ingredientes se combinen de forma más rápida y precisa. El resultado es una reducción de costes y mayor asertividad en la creación de fórmulas que dialogan directamente con las necesidades reales del consumidor.
La biotecnología ha ido ganando protagonismo al permitir la producción de ingredientes activos más puros, eficaces y sostenibles, que a menudo sustituyen a los ingredientes de origen animal o con un alto impacto ambiental. Procesos como la fermentación, el cultivo celular y la ingeniería enzimática no solo elevan el estándar de los productos, sino que también fortalecen la autonomía de la industria frente a las inestabilidades externas.
Además, los datos han transformado la forma en que las marcas se conectan con sus audiencias. Las herramientas de diagnóstico por imágenes, los algoritmos de recomendación y las experiencias virtuales crean un recorrido del consumidor cada vez más personalizado e interactivo. La relación entre la marca y el consumidor se ha vuelto más directa, empática y escalable.
Lo que vemos, por lo tanto, no es solo una industria que reacciona a los eventos globales. Es un sector que se está reinventando de acuerdo con nuevos valores, más conscientes, más humanos y conectados con la ciencia y la sostenibilidad. La transformación de la belleza es, hoy, el reflejo de un nuevo pacto entre la ciencia, la naturaleza y la sociedad.
No se trata solo de sobrevivir a las crisis, sino de rediseñar el sector para que refleje, con responsabilidad e innovación, las necesidades del presente y, sobre todo, del futuro.
Fotografía: https://pixabay.com/
*Profesor de Cosmetología y consultor de in-cosmetics Latin America.
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